Seres frágiles de corazones débiles.
Dependientes por naturaleza, siempre buscando un alma a la que atarse para alejarse de la soledad. Evitando cualquier problema o conflicto grave que derrumbe esa situación de falsa estabilidad inestable. Queriendo alcanzar lejanas metas y hacer realidad los sueños cueste lo que cueste, logrando imposibles y poniéndole fin a lo infinito.
Seres con múltiples miedos y frustraciones.
Seres cobardes. Siguiendo una línea recta que nos lleva a un final del que es imposible escapar.
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domingo, 22 de junio de 2014
martes, 29 de octubre de 2013
Dulce introducción.
Enciendes el equipo de música y escuchas una dulce melodía que te hace soñar. Parece que vuelas, te dejas llevar por el ritmo, te transporta a lugares mágicos, lugares en los que nunca has estado y quizás nunca estarás, lugares soñados. Te sientes capaz de conseguir todo lo que te propongas, nada ni nadie podrá hacerte bajar de tu nube.
Todo es maravillosamente increíble, todo parece perfecto, has llegado a lo más alto, rozas el estado pleno de felicidad. Entonces la melodía se apaga poco a poco.
Se acaba la canción y los sueños parecen ahora más lejanos que nunca.
Todo es maravillosamente increíble, todo parece perfecto, has llegado a lo más alto, rozas el estado pleno de felicidad. Entonces la melodía se apaga poco a poco.
Se acaba la canción y los sueños parecen ahora más lejanos que nunca.
lunes, 7 de octubre de 2013
.
Atrapada en mí misma.
Falta de memoria y de sentido común.
Enamorada de las estrellas.
Sonriendo por melodías y letras.
Intentando imposibles.
Loca por conocerte y loca sin más.
Dramática por momentos.
Coleccionista de recuerdos.
"Viviendo en diferido".
Falta de memoria y de sentido común.
Enamorada de las estrellas.
Sonriendo por melodías y letras.
Intentando imposibles.
Loca por conocerte y loca sin más.
Dramática por momentos.
Coleccionista de recuerdos.
"Viviendo en diferido".
domingo, 29 de septiembre de 2013
Domingo.
No tengo ni la más remota idea de qué es sobre lo que quiero escribir. Pero quiero escribir.
Este eterno 29 de septiembre está siendo frío y lluvioso. Y eso me encanta. Me encanta la lluvia. Si el día está triste yo también tengo derecho a estarlo. Y lo estoy. No sé ni como ni por qué pero lo estoy. Supongo que en parte es porque es domingo. Depresivo domingo. Odio los domingos.
La verdad es que no está siendo un gran día y solo me apetece escribir. Aquí tengo la sensación de poder hacerlo sin que nadie me critique y me obligue a contestar ningún por qué.
Me siento libre cuando escribo. Y hoy, aunque no tengo muy claro sobre qué escribir, me apetece.
domingo, 1 de septiembre de 2013
Un agosto cualquiera.
Después de casi un mes viviendo envuelta en la misma rutina he sido incapaz de no fijarme en todo lo que ocurre a mi alrededor día tras día.
Todo empieza un lunes a las nueve y media de la mañana. Como siempre allí está aquel varón de mediana edad, vestido correctamente con un traje, un hombre de negocios quizás, que como todos los días se dispone a sacar su coche del garaje.
Andando un poco más me encuentro con aquel camión y con un par de chavales con cara de cansados que descargan la mercancía en una frutería. Y como siempre, uno de ellos tímidamente me regala una sonrisa.
Más adelante, en el suelo, sentado como buenamente puede, un joven toca un violín que emite una melodía ciertamente triste a cambio de unas monedas.
Sigo caminando y a mi izquierda puedo ver lo que antes era una casa, ahora casi derruida por completo, y un montón de pájaros que revolotean sobre ella.
Al final de la calle a la derecha en el portal número veinte está aquel hombre, con cara de haber pasado una mala noche. O una mala vida, quién sabe.
Descansando en un banco, una mujer y su hija pequeña ríen de manera agradable consiguiendo sacar una sonrisa a varios transeúntes que pasan por su lado.
Sigo avanzando, en la parada del bus, un chico con una mochila a sus espaldas mira con entusiasmo su móvil, como si no existiese nada más, parece casi tan perdido como yo.
Otro hombre baja velozmente de su casa, saca un cigarro y lo enciende. Parece ser feliz.
Son ya las diez de la mañana y todas las tiendas abren sus puertas. Primero una joyería, luego una tienda de teléfonos, una carnicería y finalmente una librería.
Ya he llegado a mi destino. Me paro a pensar y me doy cuenta de que no me he cruzado con nadie conocido. Siempre son los mismos desconocidos. Supongo que ahora son unos 'desconocidos conocidos'. Es más que probable que pasados unos días este mes que ha pasado tan fugazmente quede enterrado en mi memoria y que con ello me olvide también de esta extraña rutina que me ha acompañado durante este verano que como siempre, ha sido peor de lo que esperaba.
Todo empieza un lunes a las nueve y media de la mañana. Como siempre allí está aquel varón de mediana edad, vestido correctamente con un traje, un hombre de negocios quizás, que como todos los días se dispone a sacar su coche del garaje.
Andando un poco más me encuentro con aquel camión y con un par de chavales con cara de cansados que descargan la mercancía en una frutería. Y como siempre, uno de ellos tímidamente me regala una sonrisa.
Más adelante, en el suelo, sentado como buenamente puede, un joven toca un violín que emite una melodía ciertamente triste a cambio de unas monedas.
Sigo caminando y a mi izquierda puedo ver lo que antes era una casa, ahora casi derruida por completo, y un montón de pájaros que revolotean sobre ella.
Al final de la calle a la derecha en el portal número veinte está aquel hombre, con cara de haber pasado una mala noche. O una mala vida, quién sabe.
Descansando en un banco, una mujer y su hija pequeña ríen de manera agradable consiguiendo sacar una sonrisa a varios transeúntes que pasan por su lado.
Sigo avanzando, en la parada del bus, un chico con una mochila a sus espaldas mira con entusiasmo su móvil, como si no existiese nada más, parece casi tan perdido como yo.
Otro hombre baja velozmente de su casa, saca un cigarro y lo enciende. Parece ser feliz.
Son ya las diez de la mañana y todas las tiendas abren sus puertas. Primero una joyería, luego una tienda de teléfonos, una carnicería y finalmente una librería.
Ya he llegado a mi destino. Me paro a pensar y me doy cuenta de que no me he cruzado con nadie conocido. Siempre son los mismos desconocidos. Supongo que ahora son unos 'desconocidos conocidos'. Es más que probable que pasados unos días este mes que ha pasado tan fugazmente quede enterrado en mi memoria y que con ello me olvide también de esta extraña rutina que me ha acompañado durante este verano que como siempre, ha sido peor de lo que esperaba.
jueves, 15 de agosto de 2013
Y la puerta se cerró.
Aún recuerdo el día en el que mi pequeño mundo cambió para siempre. Puede sonar ridículo que me acuerde de detalles tan insignificantes como que era un sábado por la noche y en la televisión se emitía la película de 'Manolito Gafotas'. O que yo llevase aquel pantalón corto verde y aquella camiseta de lunares. Recuerdo también como la lluvia chocaba bruscamente contra los cristales de mi casa. Incluso como me sentí aquella noche que llegó a ser eterna, de un día que parecía ser como otro cualquiera.
Pero lo que más impacto causó en mí fue algo tan simple como una puerta. Esa puerta que se abrió e inmediatamente se cerró de un portazo. Entonces entendí que él ya estaba fuera aunque aún a día de hoy no entiendo muy bien por qué.
Supongo que nadie podrá entender esta historia, tampoco pretendo eso, solo busco desahogarme soltando todo lo que llevo dentro. Ahora lo único que queda son los recuerdos y esa frase que se repite continuamente en mi cabeza...cuánto daño puede hacer una acción tan sencilla como cerrar una puerta.
Pero lo que más impacto causó en mí fue algo tan simple como una puerta. Esa puerta que se abrió e inmediatamente se cerró de un portazo. Entonces entendí que él ya estaba fuera aunque aún a día de hoy no entiendo muy bien por qué.
Supongo que nadie podrá entender esta historia, tampoco pretendo eso, solo busco desahogarme soltando todo lo que llevo dentro. Ahora lo único que queda son los recuerdos y esa frase que se repite continuamente en mi cabeza...cuánto daño puede hacer una acción tan sencilla como cerrar una puerta.
miércoles, 14 de agosto de 2013
Como siempre.
-¿Qué tal estás?
-(Mal. Fatal. Peor imposible. Esta situación me mata, me ahoga lentamente. Las palabras se quedan atrapadas en el pecho y explotan todas juntas como si de una traca se tratara, dejándome completamente sin vida. Quiero cambiar y no lo consigo. Quiero ser mejor y no puedo. No soy capaz de hacer nada para que toda esta mierda desaparezca para siempre. Y así, día tras día me hundo. No sabes lo que es vivir en una depresión constante.) BIEN, ESTOY COMO SIEMPRE.
-(Mal. Fatal. Peor imposible. Esta situación me mata, me ahoga lentamente. Las palabras se quedan atrapadas en el pecho y explotan todas juntas como si de una traca se tratara, dejándome completamente sin vida. Quiero cambiar y no lo consigo. Quiero ser mejor y no puedo. No soy capaz de hacer nada para que toda esta mierda desaparezca para siempre. Y así, día tras día me hundo. No sabes lo que es vivir en una depresión constante.) BIEN, ESTOY COMO SIEMPRE.
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